El escenario presentaba tres niveles utilizables durante la representación: al fondo, arriba, se situaba el balcón al que se asomaban personajes que simulaban estar en el de una casa (luego apareció un nivel más alto todavía en un segundo corredor, que servía para situar allí la torre o la montaña, cuando la obra lo requería); en segundo lugar estaba el tablado, en el que se desarrollaba normalmente la ación; por último, el foso del que salían, a través de escotillones o trampillas abiertas en el tablado, los actores que encarnaban a Satanás o criaturas infernales. En el foso oculto por el tablado, se alojaban también las máquinas con las que se producían efectos especiales
Las habitaciones de las casas que daban al patio estaban destinadas a las gentes principales, que podían contemplar la representación desde los balcones y ventanas cubierto del sol y ocultos a las miradas curiosas con celosías. Tan privilegiados espectadores solían alquilar estos locales para toda una temporada. No era raro que el propio rey asistiera al teatro disfrazado para no ser reconocido.
Los desvanes y las llamadas tertulias eran los aposentos más altos, situados inmediatamente debajo del tejado, y estaban reservados muchas veces a los religiosos.
Frente al escenario se construyó una especie de palco o corredor de mujeres (el nombre que se le al lugar, la cazuela, es bien elocuente sobre la incomodidad de sus condiciones), en el que se sentaban las mujeres del pueblo, quienes accedían al local por una puerta especial o por las casas vecinas, para no encontrarse con los hombres. El escritor costumbrista Zabaleta habla de la figura del apretador una especie de acomodador: “Éste es el portero que desahueca allí a las mujeres para que quepan más”.
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